Una mañana de sábado, origami, grullas, paz. La felicidad de a pedacitos, la paz. Me di cuenta de que tengo una debilidad por el café con leche. Amo el café con leche. A lo mejor de tomar tanto café es que me voy volviendo tan loca. Hace unos días entendí que lo mejor que puedo hacer es hacerme cargo de mi desequilibrio, porque no me interesa ser equilibrio en este mundo tan desparejo, y tan lejano de mi, de lo que me hace feliz. Desde que era muy chica tengo la sensación de que nací en el planeta equivocado. Nunca termino de sentirme cómoda, siempre un poco ajena, un poco distinta. Todas las veces que intenté acercarme, fue para peor, me salió todo mal, y aprendí algunas cosas, pero a los golpes. Tengo ganas de agarrar mis cosas, e irme a alguna otra parte. Hace tiempo estoy intentando encontrarme, y no puedo. No se por donde empezar, no se bien que es lo que quiero, y no es que eso me preocupe realmente, solo me asusta el tiempo que pasa y que no vuelve, los días, las semanas, los años, esperando quien sabe que de que cosa. Pero me tengo fe. Todo pasa por algo, hoy confieso que detrás de todo esto puedo ser un poco feliz, y encontrar la felicidad en las cosas mas simples y verdaderas.
Escondés entre las piernas
un ramo de flores
que se secó el año anterior,
envuelto en una carta
que nunca enviaste.
Le pedis a tu insomne muerte
que te deje un ratito mas
para terminar de una vez
con lo que habías empezado,
alguna que otra vez.
Y cantas, cantas, cantas.
Mantras en silencio,
pero con la voz rasposa,
y te queres convencer
de que todo va a salir bien.
